La traducción literaria es una práctica aún poco
difundida y protegida, pero con gran potencial en el país. En Ecuador
no hay planes de fomento o subsidio estatales para traducción de
Literatura y Humanidades, ni de literatura ecuatoriana a otras lenguas, ni de
literatura ecuatoriana a lenguas ancestrales, ni de traducción literaria al
español.
Si bien existe la Asociación de Traductores e Intérpretes de Ecuador (ATIEC), creada en 2006, esta no contempla
precisamente la traducción literaria como una prioridad. Quienes se dedican a
la traducción literaria provienen del campo de la literatura, las
humanidades o la traducción técnica. No son más de diez o veinte personas en el
país. Algunas de ellas trabajan activamente para instalar buenas prácticas
en el campo editorial. Por lo general, negocian individualmente el contrato de
traducción con los editores, a quienes ceden sus derechos sin contemplar
regalías. Ahora bien, cabe destacar que la traducción, en tanto obra derivada,
está contemplada en el artículo 9 de la Ley de Propiedad Intelectual, aprobada
en 2006. Por lo tanto el traductor, como autor de una obra traducida, es
definido en sus derechos morales (titularidad e integridad de su obra) y
patrimoniales (el art. 56 indica que el contrato de edición terminará,
cualquiera que sea el plazo estipulado para su duración, al agotarse la
edición).
En cuanto a la formación, si bien por lo menos tres
universidades del país forman traductores en pregrado y maestría, sólo hay una universidad donde se ofrecen cursos de traducción literaria.
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